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Pueblos apacibles de Charente Marítimo
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6 minutos
- Cultura y gastronomía
Charente Marítimo es un departamento que ofrece ciudades y lugares excepcionales, además de una cultura fascinante y un patrimonio gastronómico desbordante. Pero lo que menos gente sabe, es que Charente Marítimo revela además toda su identidad a través de sus pueblos. Tanto en las islas como en tierra firme o en la península de Arvert, explore todas las facetas del departamento a través de sus pueblos más bonitos.
Ars-en-Ré y La Flotte : donde reina la tranquilidad
Si bien no faltan lugares por conocer en Charente Marítimo, la isla de Ré es una de las visitas obligadas. Un tesoro que hay que explorar al menos una vez en la vida. Aunque pequeña, la isla rebosa de sensaciones agradables. El hecho de estar constantemente en contacto con la inmensidad del Atlántico, en un pequeño de tierra, le dará el empujoncito que necesita para empezar a desconectar de verdad.
Para darse cuenta, solo tiene que dejarse llevar y recorrer los pueblos, como Ars-en-Ré. Aunque solo unos pocos miles de personas vivan allí todo el año, el número aumenta durante la temporada de verano. ¿Y eso? Sencillamente porque Ars es un concentrado de todo lo que tiene que ofrecer la isla de Ré.
Desde las famosas "venelles", las estrechas calles empedradas típicas de la región, hasta las cercanas salinas, pasando por la magnífica iglesia de Saint-Etienne con su campanario blanco y negro o el puerto, en Ars-en-Ré se respira paz.
Esa paz, también la sintieron los pescadores cuando por fin divisaron la isla tras un largo viaje. Si bien el campanario de Ars era un punto de referencia, ellos se dirigirían hacia La Flotte. Al igual que ellos, empiece la visita al pueblo por el puerto y el paseo marítimo. Siéntese en la terraza de algún bar o restaurante y quédese unos minutos para admirar la vista.
A continuación, diríjase al corazón social del pueblo: el mercado. Será la ocasión perfecta para probar las especialidades de Charente, antes de continuar su periplo por la isla o por otros lugares.
Saint-Trojan-les-Bains : la perla de la isla de Oléron
Después de conocer el primer tesoro del archipiélago de Charente, resulta lógico poner rumbo hacia la otra isla principal: Oléron. La segunda isla más grande del país, después de Córcega, también tiene muchos lugares llenos de encanto por conocer durante sus vacaciones de camping en Charente Marítimo.
Incluso tendrá que ir hasta la parte más meridional de la isla, donde le espera un paisaje fascinante. Para eso, diríjase primero a Saint-Trojan-les-Bains. Son muchos los que consideran que esta estación balnearia es el lugar que no hay que perderse en Oléron.
Lo entenderá solo con darse una vuelta por el paseo marítimo, cerca de la pequeña playa. Entre la arena fina y la belleza del océano, por un lado, y las villas típicas de la Belle Époque, por el otro, en Saint-Trojan retrocederá en el tiempo. Durante unos minutos, trasládese a finales del siglo XIX y principios del XX, uno de los períodos más prósperos de la isla.
Después de contemplar el mar desde la orilla, diríjase hacia el centro histórico, donde los edificios antiguos y las casas con contraventanas multicolores llenan las calles floridas de un ambiente apacible. Un entorno perfecto para pasear y disfrutar del magnífico sol de Charente. Ese ambiente se percibe hasta en el puerto, por las coloridas cabañas que ahora ocupan artesanos y ostricultores.
En muchos pueblos de Charente Marítimo o de otros lugares, le hubiera bastado una visita así para maravillarse, pero en Saint-Trojan-les-Bains el placer perdura. Para conocer la siguiente maravilla, hay que ir a la estación donde le espera el trenecito. La locomotora le llevará a través de un pinar que en su día plantó el hombre en las dunas.
A lo largo de su estancia en ese lugar tan propicio para evadirse, descubrirá abundante y variada fauna y flora. La artesanía también forma parte del programa, por un arte que ya se ha vuelto tradicional en la isla: la recogida de resina. Además, las rutas de ciclismo y senderismo que surcan el pinar harán que siempre quiera volver.
Pero lo que hace que esa ruta merezca tanto la pena, no es solo el extenso bosque. También hay que mirar alrededor. Para empezar, la espléndida bahía de Gatseau, que bordea el pinar mirando hacia el continente. Más adelante, los árboles dan paso al extremo sur de la isla y al Pertuis de Maumusson. Aquí, el litoral es inmenso y salvaje. No es el fin del mundo, pero lo parece...
Brouage : tierra histórica
Si bien las islas tienen identidad y encanto propios, también merecen una visita los pueblos del continente.
Brouage es un excelente ejemplo. El mar sigue estando cerca y el hermoso panorama que ofrecen las marismas no tiene nada que envidiar a las islas. También ahí se encuentra paz y bonitas fachadas. Sin embargo, las calles son más anchas.
Pero lo que aquí se percibe es el peso de la historia. Nada más llegar, las murallas nos dan la pauta: nos encontramos en una antigua ciudadela de principios del siglo XVII, que después fue reforzada por Vauban.
La muralla que la rodea es impresionante, pero no es la única huella que ha dejado la historia en Brouage. Para comprobarlo, diríjase a la iglesia de Saint-Pierre-et-Saint-Paul. Las naves laterales y la bóveda son preciosas y recuerdan a un barco, pero lo más destacado del lugar son las vidrieras que rememoran la creación de Nueva Francia, antigua colonia francesa fundada en América del Norte. Un proyecto dirigido por el más famoso de los habitantes de Brouage: Samuel de Champlain.
Además, las vidrieras proceden de Canadá, donde la herencia de Nueva Francia sigue viva, puesto que la lengua francesa sigue siendo mayoritaria en la provincia de Quebec. Así pues, Brouage es de visita obligada en Charente Marítimo, pero también un lugar simbólico de parte de la historia de Francia y Norteamérica.
Los tesoros del sur: de la península de Arvert al estuario de la Gironda
Resulta imposible hablar del hermoso departamento de Charente Marítimo sin darse una vuelta por el extremo sur. La parte meridional por sí misma ya merece el viaje.
Esta comienza en la península de Arvert y más concretamente, en La Tremblade. Es uno de los pueblos más auténticos del departamento, donde la cría de ostras acompasa la vida. Lo primero es acudir al puerto, para saborear las suculentas ostras en un entorno inspirador, a orillas del Seudre, alrededor de las tradicionales cabañas de colores.
Y si aún se ha quedado con hambre, móntese en el Train des Mouettes (tren de las gaviotas). Disfrute de una comida en la que son protagonistas los productos locales, mientras pasea por el corazón de las marismas. Además, el tren le llevará a otro pueblo excepcional: Mornac-sur-Seudre.
Durante mucho tiempo, el pueblo vivió al compás de la industria salinera, como demuestran las casas de los salineros, construidas en piedra, que allí le esperan. Al igual que las antiguas casas de los marineros, tal vez más pintorescas, que se hacían con cal.
Después de admirar la península, diríjase hacia el litoral hasta alcanzar la Côte de Beauté. Si bien es cierto que debe su fama a Royan, lugar emblemático de Charente Marítimo, los pueblos de los alrededores son un buen complemento para admirar la riqueza natural del litoral.
Por ejemplo, puede visitar Les Mathes, conocida por la estación balnearia de La Palmyre. Allí podrá disfrutar a tope bañándose. Pero no solo eso, porque aguas arriba, el bosque estatal de Saint-Augustin ofrece magníficas rutas de senderismo, aptas para todos los niveles. Una diversidad ideal para amantes de la naturaleza.
Y como colofón a su periplo, acuda a uno de los lugares más bellos del oeste de Francia: el estuario de la Gironda. Un lugar único, donde confluyen los ríos Garona y Dordoña, que ofrece unos paisajes que quitan el hipo. Aquí es donde podrá admirar los carrelets, las cabañas sobre pilotes que se usan para pescar. Al igual que el resto del departamento, el estuario de la Gironda está muy vinculado con la actividad pesquera.
Y en ese idílico lugar, existe un remanso de paz que atrae la mirada: Talmont-sur-Gironde. Casi totalmente rodeado por el agua, el pueblo combina todos los elementos tradicionales de la zona. A saber:
- Un centro pintoresco, compuesto por floridas callejuelas y casas de piedra
- Los acantilados, incluido el acantilado de Le Caillaud contra el que rompe el agua de frente
- Y los famosos "carrelets" de Charente
Pero Talmont tiene características propias, que convierten el pueblo en un lugar insólito. Por ejemplo, el pequeño viñedo en el paseo marítimo, que produce vinos minerales. Y lo que no hay que perderse bajo ningún pretexto, es la iglesia de Sainte-Radegonde, que domina el estuario. Un impresionante edificio parroquial, que tardó tres siglos en construirse.
La iglesia, que goza de vistas excepcionales, es el lugar perfecto para terminar este recorrido por los pueblos de Charente Marítimo. Un destino embriagador, con muchísimas cosas por ver y por hacer, perfecto para una estancia en camping.